Descentrados Chile

Lo que desnuda la Pandemia

Fotografía: Baza Production

Por Francisca Pino Carril
Médica en Salud Pública

En la pandemia de COVID 19, me ubiqué en la acera de la llamada “primera línea”, en la unidad de cuidados intensivos, improvisada. Asumimos el cuidado de pacientes desconocidos, algunas veces llegaban a nuestros regazos al borde del último suspiro, azules, cansados, y con la amargura de quien se entrega a su destino infame. Algunas veces alcanzamos a realizar esa llamada telefónica de la despedida a medias, donde al otro lado de la pantalla, el silencio azotaba.  Asumí la responsabilidad del destino de los pacientes graves, donde la vida cada vez tenía menos espacio.

Desde mi vereda, mi propia trinchera, nació la necesidad urgente de asistir a exposiciones de expertos, improvisadas charlas donde se resumían experiencias de tratamientos farmacológicos y terapias ventilatorias. Como siempre ha sucedido en la historia de la medicina, los más grandes avances se han dado en los momentos de mayor crisis y necesidad. Todo esto hasta que llegamos a las distintas vacunas, hasta el día de hoy.

El filósofo camerunés Achille Mbembe dijo en una entrevista de marzo de 2020 lo siguiente: “La pandemia cambiará la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Nuestro cuerpo se ha convertido en una amenaza para nosotros mismos”. Mbembe apunta al cuerpo en su reflexión, cuerpo objeto central de la biopolítica. Desde la medicina, ciencia intrínsecamente relacionada con el pensamiento biopolítico —un profesor de la facultad de medicina me decía que la medicina es la más social de las ciencias en tanto trabaja con y para la sociedad— la reflexión de Mbembe no está exenta de veracidad y no deja, asimismo, de llamar la atención sobre un particular: el cuerpo.

Ante la amenaza y el gran desconocimiento en torno a la enfermedad SARS-COVID 19 no fueron pocas las preguntas que nos surgieron. Distintos grupos de investigadores se convocaron y trabajaron para dar respuesta al origen, fisiopatología, cuadro clínico y tratamientos, entre muchas otras interrogantes. Las conclusiones de los investigadores tanto europeos, asiáticos y norteamericanos coincidían siempre en señalar una serie de factores de riesgo asociados a la mortalidad por COVID-19. En las primeras publicaciones destacaba la inmunosupresión, edad avanzada, obesidad, diabetes millitus, hipertensión arterial, sexo masculino y tabaquismo. Párrafo más arriba señalaba la enseñanza de mi profesor de la facultad, ¿no? “La medicina es la más social de las ciencias porque trabaja con y para la sociedad”. Desde este presupuesto no puedo sino concluir y entender que la mayoría de los factores de riesgo se ven influenciados paradigmáticamente por la condición social de los sujetos.

El cuerpo de los sujetos fue un campo de batalla. En él se debatieron un virus versus la historia clínica. En determinado momento de esta pandemia, aquello que escribió García Lorca “Yo ya no soy yo/ ni mi casa es ya mi casa” fuimos todos, la voluntad del sujeto se veía constreñida a evitar posibilidades de contagio, para sobrevivir; pero el cuerpo, el Yo, la casa del alma del poema de Lorca cifraba sus posibilidades en su propia historia de salud; en las enfermedades subyacentes, en el control y tratamiento de las mismas. Antes de las vacunas, las posibilidades de sobrevivencia eran directamente proporcionales a sus antecedentes médicos previos. ¿No es acaso lo “previo” el resultado de lo propio y el entorno?

La crisis sanitaria desatendió aquellos problemas de salud que se ubican como los mayores riesgos catalizadores de mortandad que ella misma señala: obesidad, hipertensión entre otras ya señaladas. Los sistemas de salud disminuyeron en recursos humanos. Se retomaron paulatinamente las atenciones como en los casos oncológicos; todo esto no obstante nos deja al debe con la atención de patologías crónicas, que constituyen la base de la morbimortalidad en el mundo. ¿No es acaso primordial constituir un sistema de salud sólido que dé respuesta al control y seguimiento de estas enfermedades frecuentes en todo el mundo?

Al pasar del tiempo, retome mis funciones asistenciales habituales, atrás quedaron el ruido persistente de las alarmas de monitores, de pasar horas frente a los ventiladores mecánicos, de los cálculos tras exámenes de laboratorio, de las mascarillas, de las pecheras azules y tantos detalles que mi memoria no acepta recordar.