Descentrados Chile

El rol de las organizaciones comunitarias y el emprendimiento comprometido con el Parto Humanizado

Fotografía: Pinterest

Por Camila Soto Ramírez

Diseñadora industrial, especializada en diseño de procesos, modelos y productos para el parto humanizado. Ex presidenta de RELACAHUPAN Chile. Fundadora de HUM CHILE y miembro de la Coordinadora Nacional por los derechos del Nacimiento. 

 

Cuando comencé en este camino y me encontré con que existía suficiente evidencia científica sobre la importancia de humanizar la atención del parto, pensé que con ello alcanzaba para que la institucionalidad tomara cartas en el asunto. Desde mi entusiasmo positivista y falta de experiencia en este tema, suponía que el hecho de que Chile hubiera suscrito un compromiso firmando la Declaración de Fortaleza en 1985, era seguridad de que ocurrirían cambios en el corto plazo, pero no era así.

Comencé a ver que las instituciones eran altamente sensibles a las presiones de diferentes sectores, aunque normalmente a esto no le llamamos política, las presiones de los gremios y el mercado de la salud hacían muy difícil avanzar y hablar sobre estos temas. El temor a la judicialización y la práctica de cesáreas programadas, planificación de los partos y/o inducción para mejorar la eficiencia del proceso se levantaban como un obstáculo para hablar del parto humanizado o respetado bajo las recomendaciones de la OMS.

Como muestra de ello, hace 10 años que escribimos por primera vez una propuesta de Ley de Parto Humanizado (actualmente Proyecto de Ley (PDL) conocido como “Ley Adriana” (Boletín N°12148-11); y si bien se ha ido revisando y afinando en distintas comisiones, aún no ve la luz.

La mayoría de quienes partimos hace 15 años o más, nombrándonos como RELACAHUPAN CHILE (Red Latinoamérica y del Caribe por la Humanización de parto y el Nacimiento) tomamos rumbos afines. Cada uno trabajando como podía, para aportar su granito: algunos, profesionales de la salud, matronas y matrones dentro de las instituciones, como hormigas paso a pasito. Otros desde la investigación en contacto con quienes, en otros continentes nos llevaban décadas de adelanto, algunas en el activismo ampliando a nuevas generaciones que sentían el llamado por la importancia de este tema. 

Yo opté por fundar una empresa que fuera capaz de proveer todo lo necesario para implementar clínica y hospitalariamente el modelo. A sabiendas de que este no pasa SOLAMENTE por la infraestructura tangible, mi visión desde el diseño me decía que los cambios necesitan tener un lugar, un ambiente apropiado que los facilite; objetos e imágenes que se identifican como símbolos de que las maneras de atender cambian. Por ejemplo: si decimos que promovemos el movimiento y la verticalidad en el parto (como lo indica la evidencia), no deberíamos tener habitaciones y protocolos tan restrictivos donde las mujeres solo puedan estar acostadas. O si realmente nos interesa promover la autonomía y el empoderamiento de las mujeres no deberíamos situarlas a 70 cm del suelo sino a una altura donde ellas puedan decidir si quieren sentarse, acostarse o solo apoyarse.

Los hospitales son lugares donde las personas son tratadas como pacientes, sujetos de intervención para recuperar su salud deteriorada, pero en el caso de las mujeres de parto, ellas no están enfermas y no necesariamente necesitan ser intervenidas.

Basado en todo esto diseñé, construí y probé una silla para parto en el nacimiento de mi hijo hace 15 años (una alternativa diferente a la cama) y luego creé una versión replicable a baja escala, que era posible de fabricar en Chile de una en una unidad. Luego se presentó la problemática de instalar argollas en el cielo para usar la suspensión (colgarse) en el parto, y diseñamos un trípode plegable que aguanta 200 kg. Nada de esto era muy vendible cuando lo creamos, pero era mi excusa para poder ir tocando puertas de clínicas y hospitales para mostrar y hablar de cómo cambiar el modelo y hoy ya con bastantes años sosteniendo, creo que fue el camino correcto.

He visto cómo las cosas han cambiado, ha avanzado la conciencia, el diálogo, la escucha. Hay hospitales y clínicas que lo han logrado y están más adelante, otras que lo están intentando y otras pensando; y esto es el resultado de una acción conjunta entre comunidad científica, acción comunitaria y creación de emprendimientos que traccionan los cambios.

Hoy veo con claridad que la combinación entre ciencia, acción comunitaria y emprendimiento comprometido ha sido clave para abrir camino al parto humanizado. En un contexto donde el mercado tiene tanto peso, crear empresas con propósito puede ser una forma concreta de empujar transformaciones urgentes.

Pero también me queda la pregunta: ¿Cómo evitar que el emprendimiento, aún con buenas intenciones, termine por absorber el sentido profundo de la causa que dice apoyar? ¿Cómo cuidamos que los productos no se vuelvan el centro, dejando atrás lo esencial?

El equilibrio es frágil y me parece que es clave pensar en alianzas y trabajo colaborativo. Durante años se ha trabajado para asegurar que la industria y los intereses económicos no interfieran en las políticas públicas, porque sabemos las consecuencias que esto trae, pero hay propósitos como la humanización del parto que requieren de estas alianzas para avanzar.  

Se requiere un compromiso constante con el propósito original. Porque ninguna herramienta basta por sí sola, pero todas pueden sumar si no perdemos de vista lo que realmente importa: poner la vida, el cuidado y la dignidad en el centro.