Descentrados Chile

Es Tiempo

Fotografía: María José Díaz Nova

Por María José Díaz Nova
Médica Salubrista

Dispuestas y dispuestos a seguir levantándonos día a día, “a poner el hombro como le dicen”, seguimos como si nada hubiese sucedido. Las leyes de la vida- que no sé dónde conseguirlas-parece que nos van diciendo que todo está y estará bien. Es la forma que tienen las sociedades de continuar produciendo y sobreviviendo (sí, en ese orden) saltándose cualquier tipo de reflexión y control de daños.

¿Será que hemos “aprendido” que la salud puede esperar? ¿O es una utopía que anhelamos vivir y no queremos discutir?

Por ahí leí que es doloroso conectarse con el tiempo, porque inevitablemente nos lleva al final de la línea, que es la muerte. Y sí, lo que no se habla parece que duele más: la incertidumbre, el desconocimiento, aquello que se guarda solo para nosotros y la almohada, inevitablemente va sofocando nuestros sentires y nuestros pensamientos.

Acabamos de pasar por remezones sociales, políticos y sanitarios tremendos. Desde la esperanza de una organización colectiva a la posibilidad de morir conectado a un ventilador lejos de quienes amamos, así como quien pasa vertiginosamente desde la cima de una montaña a sótanos colmados de oscuridad. Nadie sale ileso o ilesa de aquello, y lejos del romanticismo de agradecer lo que nos enseña el dolor, es importante verlo como un velo que se ha ido corriendo de los ojos de esta tierra.

¿Ahora vemos que hay pocos países tan desiguales como el nuestro?, me atrevería a decir que sí. Esa miopía impuesta por la prensa y la “no cultura” nos ha vuelto ¨pitis¨, pero hay algo en el ambiente que grita despacito: ya no hay vuelta atrás. Aun cuando la palabra pueblo sigue sonando distante después de tanta tortura económica, física y emocional, aun cuando nos golpean el bolsillo otra vez mientras todavía nos estamos levantando a duras penas.

Qué odisea llegar a fin de mes. Pagar las deudas. Después de haber sobrevivido a un virus “matador”, porque como ya dije no hay tiempo de sanar. Hay que seguir. Y si queremos recapitular y mirarnos, tenemos que pagar un profesional dedicado a la salud mental porque es una “inversión”.

¿Cómo nos afecta todo esto? ¿Cómo se incrementa la frustración y la rabia cuando vemos que un porcentaje mínimo no sufre estas consecuencias nefastas? La respuesta la tuvimos en parte el 18 de octubre del 2019, y hoy se define en nuestros propios hogares, trabajos y lugares de estudio. Todo está entrelazado: el caos, la violencia, las patologías del cuerpo y la mente, el dolor del alma. No es casual el alza brutal de transferencia desde las arcas de FONASA a las cajas de compensación a raíz de las licencias médicas. Y el análisis no debe partir desde lo financiero sino desde la dolorosa realidad de nuestra sociedad, que desde su salud mental casi inexistente ya no puede más.

Es momento de detenerse mientras continuamos. Respirar porque aún podemos. Elegir el aire que queremos inhalar. Vivir nuestros duelos. Disfrutar a nuestros seres queridos. Poder adquirir una vivienda sin pensar en vender la vida. Es tiempo de hablar de nuestra salud, que hoy no es salud, sino una canción de cuna a la enfermedad.

Es tiempo.