Por Violeta Amanda Vásquez Cerna
Médica integrativa. Estudios de pregrado Escuela Latinoamericana de Medicina, Cuba. Máster en Terapia Neural, Universidad de Barcelona.
Fundadora y directora de Centro de Medicina Integrativa Alas de Colibrí, Concepción.
Los paradigmas se entienden como valores y formas de entender y relacionarnos socialmente y de esta manera a todos los aspectos humanos. En este momento estamos ante una necesidad urgente de cambio de paradigma en todos los aspectos de la vida. La pandemia vino a mostrarnos muchas carencias, sobre todo sociales, a través de la crisis sanitaria que se agudizó con el contexto de lo que el coronavirus como microorganismo nos ha venido a mostrar y enseñar.
Sabemos que la realidad chilena en cuanto a cifras de salud mental, antes de la pandemia eran alarmantes y posteriormente empeoraron con alta incidencia de depresión, ansiedad y sobre todo una sensación de empeoramiento del estado de ánimo a nivel general. Además, se ha sumado, la falta de control y seguimiento de los pacientes con enfermedades crónicas no transmisibles, que son la segunda principal causa de morbimortalidad en la población chilena, como son las enfermedades cardiovasculares y metabólicas, como hipertensión arterial, diabetes mellitus y obesidad, entre otros. Esto ha generado un panorama bastante complejo en cuanto a salud en nuestro país.
Por otra parte, a nivel mundial, las personas buscan cada vez más tratamientos alternativos, complementarios y/o ancestrales a los convencionales o farmacológicos, y sobre todo una mirada más integral a los problemas de salud que los aquejan, ya que muchas veces no satisfacen las necesidades de las personas que buscan sanarse. Por lo que se ve una necesidad mayor, por una parte, fortalecer los sistemas de salud, e incluir una salud más integrativa que mira al ser como un todo integrado y no dividido en partes desconectadas, como es lo que ocurre en el modelo de salud actual, con la atención de varios especialistas que muchos sólo se enfocan en su órgano o sistema, perdiendo al ser en su propia integración, el que también pertenece a una familia , a una comunidad , a una sociedad y a una cultura con creencias y distintas formas de espiritualidad , lo cual forma parte también de su forma de enfermar y de curar.
La mirada sesgada nos desconecta e impone tratamientos hegemónicos que dependen de industrias trasnacionales, las farmacéuticas, que, si bien la tecnología y las ciencias han generado muchos beneficios y ha aumentado la longevidad en la humanidad, no sana por sí sola, ni es el único tratamiento que sana y comprende la enfermedad más allá de un proceso biológico.
A pesar de los valiosos y considerables avances aportados por la biomedicina, el modelo convencional de asistencia a la salud ha demostrado tener límites a la hora de satisfacer las necesidades de la población mundial y en particular de nuestro país. Hay que considerar que este se ha ido deshumanizando, volviéndose más mecánico y técnico, sesgando los problemas de salud, alejándose así de las personas, ya que la salud pública actual basa sus ingresos a través de la contabilidad de las atenciones médicas, sin ver la calidad de la atención o si realmente la persona se sintió atendida.
El personal de salud bajo esta presión va de a poco perdiendo empatía, pues se les exige la atención de la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible, sumado a los pocos estímulos, va desbancando los profesionales en la atención pública de salud. Además, se ve sólo un modelo como válido, entendiendo que estamos en un país cada vez más multicultural, donde se intenta trabajar con el modelo intercultural en algunas zonas del sur del país, ya que las culturas indígenas, en el caso de la salud mapuche, tiene sus propias enfermedades y tratamientos, con todo el conocimiento milenario que no debemos desconocer. Sin nombrar la llegada de culturas muy ricas también como la de Haití, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela, haciendo urgente ampliar nuestras miradas de ver y entender la salud y de reivindicar cada vez más el derecho a una medicina diferente, más humana y más integral, no sólo como cliché, sino como una forma más abierta de ver y acompañar al ser humano en su proceso salud -enfermedad, su relación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Esto surge del rescate de la visión de medicinas ancestrales, tradicionales e integrativas, como una posibilidad terapéutica más real y solicitada por las personas que buscan mejorar su salud, su calidad de vida, a través de apoyar y mejorar los estilos de vida, el autoconocimiento y de un abordaje más profundo que desde la visión de la biomedicina que receta en su mayoría fármacos, dietas, protocolos y/o técnicas estandarizadas que no a todos le calzan ni los sana realmente.
Por otra parte se hace necesario también revisar nuestras formas de enfermar, a qué se debe nuestro malestar, que muchas veces se expresa a través de síntomas de nuestro cuerpo, de nuestro comportamiento , qué es lo que nos dice nuestro ser, si lo entendemos como un cuerpo mecánico, lo llevaremos al mecánico de cada aparato, siendo los especialistas los primeros en ver cada órgano por sí solo y muchas veces apartado del resto del organismo y de lo que es dentro de una psique , una familia , una sociedad, y no comprendiendo al organismo como un todo.
Lamento mucho lo que la subespecialidad ha dejado en la formación médica, ya que sabemos que esta ha permitido mucho avance en el conocimiento del cuerpo y sus estructuras, pero ha perdido la visión de la totalidad. ¿Qué realmente puede expresar el dolor de “guatita” que tantos niños tienen al ir a la escuela en estos tiempos, qué emociones se expresan a través del cuerpo? ¿Qué está expresando este virus, como enfermedad colectiva, respiratoria, infecciosa, mental y social? Ahora sobre todo desde esta pandemia como un proceso social y político, no como una casualidad. Entendemos que el planeta es un ser vivo donde cohabitamos los seres humanos entre muchas especies y que somos los habitantes más contaminantes y depredadores de este ecosistema. La enfermedad se convierte en una oportunidad para plantearnos otras formas de vivir y de habitar esta sociedad, vivir de una manera más sana.
Es así que la salud integrativa se plantea como una nueva forma de hacer medicina , sin embargo integrando modelos de las medicinas antiguas , milenarias y ancestrales , como puede ser la Medicina China , la medicina ancestral , las plantas medicinales y rescatar la antigua medicina como son los estilos de vida , el arte de nutrirnos bien, y sobre todo conectarnos con la naturaleza y nosotros mismos, no viendo el enfermar como un castigo, sino como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. La medicina integrativa se plantea desde una forma de diálogo con el paciente, ayudando a estimular su propio organismo para sanar, sin imponer ningún tratamiento. Se llega a acuerdos, se estimula el proceso de autosanación y autoorganización que todos los seres vivos tenemos, y de esta manera apoyamos la sanación de la persona que se va extendiendo desde su ser a su entorno más cercano, y así influyendo sutilmente en la sociedad.
La salud integrativa comienza con la relación más horizontal entre profesional y paciente, donde se busca empoderar a la persona sobre su propia salud y así autogestionarla de mejor manera, por lo que el tiempo de atención y la educación sobre estilos de vida y cómo entender las posibles causas de la enfermedad, son fundamentales para lograr trabajar en cómo entender ese proceso y mejorarlo.
Se dispone de diferentes herramientas terapéuticas para apoyar este proceso de regulación y reorganización del ser para encontrar formas ecológicas de mejorar y aprender del proceso. La medicina del sentipensar y la terapia neural, surge como propuesta de cambio de paradigma de una salud más sustentable, y nace en los estudios del sistema nervioso con Pavlov en Rusia y luego es descubierta accidentalmente en Alemania, como una nueva forma de entender el funcionamiento del sistema nervioso como conector principal del organismo, una comprensión sistémica del ser humano y su forma de adaptarse al medio, y siendo la dolencia una forma de manifestar un colapso de este organismo que se puede manifestar en diferentes sistemas y síntomas.
Esta medicina fue traída a Latinoamérica por médicos colombianos, como principal referente al Dr Julio César Payán, quienes trabajaron desde una mirada política y social, viendo esta red que somos todos, denominando el concepto del intersomos y de esta medicina sentipensante, que va más allá de la intervención médica, sino que sembrando esta idea de la conectividad del todo tanto a nivel individual , como con el universo, siendo así el tejido social y sanitario, base de un cambio de consciencia y de la sociedad.
La medicina integrativa y la terapia neural, se abren camino también cada vez más en nuestro país, así como la necesidad de nuevas formas de sanar, individualmente a un nivel más profundo y consciente, comenzando desde especialidad de medicina familiar que ve el aspecto desde una perspectiva biopsicosocial, y en lugares donde su base es esa medicina de tipo preventiva como Cuba, la medicina integrativa siempre tuvo un lugar dentro de las alternativas terapéuticas. En Chile existen algunas experiencias principalmente en la Atención primaria en salud, pero por sobre todo en la salud privada.
El cambio de paradigma debe venir acompañado de un cambio de modelo de salud más inclusivo y que integre otros tipos de medicina no convencionales y por sobre todo amplíe la mirada hacia la medicina ancestral, intercultural, rescatando el acervo cultural y de conocimientos milenarios que existen como otras formas de hacer salud.
Lo ideal es que esta sea también subsidiada por el Estado y los servicios de salud pública, no solo quedando para un sesgo de la población que puede acceder a estos tratamientos integrativos profesionales, ya que esto constituye un riesgo al muchos no tener acceso, buscan a personal no calificado y a la automedicación, conllevando a otros riesgos asociados.
Se propone capacitar en estos temas al personal de salud, ya que muchas veces el tiempo de atención es mayor, sin embargo, los recursos son menos y los resultados favorecen la mejoría, disminuyendo la policonsulta y la polifarmacia, fortaleciendo así la atención primaria de salud con medicina integrativa y con salud intercultural. Que Fonasa acoja la medicina integrativa como especialidad y los pacientes puedan acceder de manera particular con subsidio de sus sistemas de salud, así como las ISAPRES también, ya que cada vez más las personas buscan estas alternativas y pocos y pocas son los que pueden acceder. También ver que la salud es parte de una sociedad y que si crecemos socialmente, también avanzamos en nuestros sistemas de salud, por lo que se ve una esperanza en este cambio que se viene como es el proceso constituyente, donde se incluye una mirada más inclusiva hacia la salud.