Descentrados Chile

Salud mental en la sociedad de la crítica

Fotografía: Vientosur

Por Pepa Poblete
Profesional de salud mental comunitaria. Activista feminista.

 Se ha masificado la idea que, posterior a la Pandemia, Chile enfrenta una crisis de salud mental. Un estudio realizado el 2021 por la Universidad Católica y la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), indica que un 23,6% de las personas chilenas presenta sospechas o problemas de salud mental, y que el 45,9% evalúa que su estado de ánimo es peor o mucho peor que antes de la Pandemia. El incremento de la desesperanza, los estigmas latentes sobre las enfermedades de causa mental, la subvaloración de los tratamientos y la escasez de cobertura desde las políticas públicas, podrían explicar la magnitud de esta crisis.

La salud mental tradicionalmente ha sido entendida como la ausencia del trastorno mental. No obstante, no puede ser comprendida como un problema individual ni tampoco encontrar su respuesta en situaciones particulares, ya que implica el afrontamiento de situaciones cotidianas, en una relación interdependiente con las condiciones de vida y las oportunidades de participación que el contexto otorga.

Reacciones propias de la vida cotidiana como la tristeza, la desmotivación, las dificultades para interactuar, la rabia, el estrés son configurados como patrones de comportamiento incongruentes a lo que la sociedad establece como “normal”, clasificando estos estados en patologías que requieren ser apaciguadas a través del tratamiento médico. De esta manera, se configura el problema desde el sujeto y no de un entorno que lo determina.

Es así como, personas de mayor vulnerabilidad, ya sea por su condición socioeconómica o por su pertenencia a un grupo social específico, muestran peores resultados en salud tanto en acceso como incidencia y prevalencia. Además, la desigualdad social en sí misma constituye un problema para todos los estratos sociales.

¿Qué ha pasado en Chile en el último tiempo?

En la revuelta social del 2019, las calles de Santiago fueron invadidas por manifestantes que, a través de la protesta social, demandaron un sistema económico más equitativo y llamaron a poner fin al Neoliberalismo como forma de gobierno. Este movimiento social vino a despertarnos del largo período que vivíamos en alienación, en donde lo más satisfactorio parecía ser trabajar.

Trabajar sin descanso porque esa vida era la que nos llevaría al éxito, al departamento propio, al auto, a la especialización, a los viajes, una idea de vida que está en un oasis al que cuesta mucho llegar, y otras personas que ni siquiera culturalmente se acercan. Ese despertar nos permitió ver la desigualdad e injusticias que vivimos cotidianamente, que hay algo más en el horizonte que aquella vida exitosa, donde el trabajo se convierte en el medio para alcanzarla. Trabajar a costa de los lazos sociales, de la familia, del encuentro con otras personas, de pensar colectivamente la vida.

Ahora que somos más conscientes del país en el que vivimos, desde que despertamos aquel 18.0, nos convertimos en aquel juez de mirada aguda y crítica, nos convertimos en la sociedad de la denuncia donde buscamos resguardar derechos por sobre todo, sin mirar el contexto y la necesidad de apoyo que esa persona o grupo puede necesitar, en este ritmo de vida que nos impulsa a hacer y producir. Esta lógica acrecienta las distancias, nos vuelve a alejar, a centrarnos en caminos individuales.

Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la salud mental?

La contingencia social descrita nos permitió incorporar el discurso de que somos personas con derechos y que la salud mental es un derecho que debemos exigir. “No era depresión era capitalismo” es una consigna que se ha levantado los últimos tiempos, y es que la salud mental la generamos entre todas y todos, en la cooperatividad, en el apoyo y no en la crítica. En la lucha por condiciones de existencia dignas, donde podamos volver a la convivencia en nuestros hogares, a habitar espacios públicos, a jugar, a reunirse, a compartir, a conciliar la vida laboral con la social y familiar.

Referencias

Centro de encuestas y estudios longitudinales, Centro UC. Termómetro de la Salud Mental UC y ACHS (2022).

Martuccelli, D., Araujo, K. (2012). Desafíos comunes: retratos de la sociedad chilena y sus individuos. LOM Ediciones.

Ministerio de Salud de Chile. Plan Nacional de Salud Mental 2017-2025.

Rivera-Aguilera, G., Jiménez, L. (2021). Jóvenes, multitud y Estallido social en Chile. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 19(2).

Vicente B., Saldivia S., de la Barra F. et al. (2012). Salud Mental infanto-juvenil en Chile y brechas de atención sanitarias”. Revista Médica de Chile, 140.