Descentrados Chile

Tecnología que Humaniza: cuando el diseño se pone al servicio de la dignidad

Fotografía: Pinterest

Por Camila Soto Ramírez

Diseñadora industrial, especializada en diseño de procesos, modelos y productos para el parto humanizado. Ex presidenta de RELACAHUPAN Chile. Fundadora de HUM CHILE y miembro de la Coordinadora Nacional por los derechos del Nacimiento. 

 

El cuerpo ha sido históricamente un territorio de control. Pero también puede ser un territorio de libertad. Y los dispositivos que lo atienden, esas herramientas que median entre el cuerpo y el cuidado, tienen un rol crucial en esa diferencia.

Hace poco conocimos el trabajo de dos ingenieras de la Universidad Técnica de Delft, en Países Bajos, que desarrollaron un nuevo espéculo vaginal llamado Lilium. Un dispositivo ergonómico, cálido y silencioso, creado para reemplazar al tradicional espéculo metálico: ese instrumento frío, ruidoso e invasivo que muchas mujeres y personas con vulva asocian con incomodidad, ansiedad o dolor.

El espéculo como lo conocemos hoy tiene más de 170 años. Es funcional, sí. Permite abrir las paredes vaginales y explorar el cuello del útero. Pero también es una pieza que cristaliza una forma de entender la medicina: una donde el cuerpo es una máquina a intervenir, y no un territorio sensible a habitar. Quienes han pasado por un examen ginecológico con espéculo metálico saben que no se trata solo de una revisión clínica: es una vivencia incómoda, a veces dolorosa, en la que la temperatura del objeto, su materialidad y el gesto de apertura imponen una barrera entre el profesional y la persona atendida. Una experiencia que, lejos de invitar al cuidado, genera tensión y desconfianza. ¿Cómo relajar la pelvis si lo primero que sentimos es frío y ruido? ¿Cómo entregarse a un procedimiento que no considera nuestra vivencia como parte del diagnóstico?

La medicina está migrando —aunque con velocidades desiguales— desde un enfoque tecnocrático hacia una perspectiva más integral y humanizada. Hoy entendemos que la salud no se limita a la ausencia de enfermedad. Es también bienestar, vínculo, confianza, contexto. Y por eso urge cuestionar los dispositivos que acompañan los procesos de atención: no solo por cómo funcionan, sino por lo que generan en quienes los usan. Porque el diseño no es neutral. El diseño comunica, condiciona, afecta. Puede generar tensión o confianza, rechazo o entrega.

En Chile a través del Diseño para el Parto Humanizado (HUMChile), hace 15 años que hacemos de esta convicción el centro de nuestro trabajo. Diseñamos con la certeza de que el cuidado es también una experiencia sensorial y simbólica. La silla de parto con suspensión vertical, las fundas para balones y lentejas, los métodos no farmacológicos, adaptados al contexto clínico y pensados para acompañar la libertad de movimiento: no son solo objetos. Son declaraciones. Son herramientas de dignidad.

Y son también, muchas veces, lo que permite que una experiencia de atención médica se transforme en un momento profundamente humano.

Como ocurrió en 2015, en el nacimiento de Dante:

“Entramos a la sala de parto con mi obstetra, las dos obstetras de guardia y Miriam… con mi pareja vivimos un clima de mucho respeto. Miriam me tomó de las manos y me preguntó si quería pujar parada o en cuclillas. Probé parada, pero me sentía incómoda. Entonces me ofrecieron una silla. La armaron en un ratito. Era de madera, cómoda, sin respaldo. Me senté en ella y me rodearon. Bajaron las luces. Me ofrecieron agua, me abanicaron. Sentí un alivio inmenso al poder balancearme con la pelvis, acompañando el descenso de mi hijo. Mi pareja estaba detrás de mí, me sostenía desde las axilas, y me ayudaba a empujar. Luego me dijo que, gracias a esa postura, podía sentir también mi fuerza. Fue muy emocionante”.

Este relato no es una excepción. Es la evidencia de que cuando los dispositivos se alinean con un enfoque respetuoso y cálido, el parto deja de ser solo un evento clínico y se transforma en una experiencia de poder, conexión y presencia.

En nuestro contexto, donde las políticas públicas muchas veces no logran responder a las urgencias sociales, el diseño también se vuelve una forma de resistencia y autonomía. Innovar desde el sur no es simplemente adaptar tecnologías del norte: es imaginar soluciones desde nuestras realidades, con nuestras manos, para nuestras vidas.

El Lilium y tantos otros diseños sensibles nos recuerdan que innovar no es solo mejorar la técnica. Es transformar la relación entre el cuerpo y la atención. Es abrir posibilidades donde antes solo había procedimientos. Es, en definitiva, cuidar de verdad.