Descentrados Chile

Terapia a adolescentes en cuarentena

Fotografía: Descentrados

Por Javiera Rojas Rivera
Psicóloga

En Chile, el estado de catástrofe declarado el 18 de marzo de 2020 nos llevó a un encierro que, pareciera, aún nos costara describir desde la experiencia. La calle, es comprendida como espacio restringido tanto institucional como socialmente.  Si bien, esto conllevó otras formas de movimiento en lo social, y la mascarilla se transformó en código de adaptación y prevención en esta esfera, dentro de la casa emergieron otras crisis.

En este sentido, la casa se ha visto atravesada por diversos requerimientos que difícilmente se han visibilizado, exceso de convivencia que ha adquirido un lugar desplazado del conflicto adyacente. Tensiones que parecieran reducirse a una parte del cotidiano dando relevancia a la premura en responder sobre exigencia laboral de este sistema capitalista sin considerar las repercusiones en la salud mental.

Las familias han desplegado múltiples recursos para conllevar el cruce entre el trabajo remunerado y el trabajo de cuidados. No obstante, las jornadas extenuantes y precarizadas han posicionado las relaciones vinculares y necesidades afectivas en lugares secundarios y de complejo abordaje, problematizando sintomatologías ansiosas en las generaciones más jóvenes sin dar cuenta de un malestar generalizado.

De este modo se identifica una expectativa para quienes ejercen los cuidados respecto de la terapia psicológica en que se descompriman las resistencias en el encuentro e interacción con adolescentes, facilitando la tarea del sostenimiento de la vida. Sin embargo, el objetivo es otro, si bien, esta creencia puede tener un lugar en la realidad, es la circulación de palabras y elaboración de experiencias individuales, lo que permite que puedan habitar un lugar seguro, distancia que en variadas ocasiones pueden ser inquietante.

A su vez, el trabajo clínico en un contexto social en el que el afuera dejó de ser una posibilidad durante 2 años, se ha visto desafiado por la transformación de la escena del espacio físico al espacio digital, adaptándose a dispositivos habilitados que permiten el acceso al contexto que cada une. Donde emergen conflictos familiares que se hacen entrada y transgreden el trabajo virtual con adolescentes, obstaculizando las posibilidades de comunicar lo que les aqueja.

Esto refleja la dificultad de establecer un espacio personal para las/os adolescentes, para diferenciarse y pensarse. Dentro de la habitación la terapia se ha visto interrumpida por la intrusión de algún integrante de la familia, principalmente cuidadores, aquello de lo que no se tiene el control como terapeuta y se transforma en encuadre para el paciente, en esta nueva forma de encuentro, su rol también consiste en poner límites dentro del hogar, para así poder trabajar en conjunto.

Indicaciones que, bajo el contexto actual, al ser responsabilidad del paciente, promueve una dinámica que reconozca una intimidad, aspecto que despierta ansiedad en las/os adultas/os responsables, por lo tanto, enfrentar y lidiar con aquello.

Por otro lado, han sido variados los relatos de adolescentes en torno a la ansiedad en el encuentro digital que representara la interacción en el espacio público. Lo que se refleja principalmente el área escolar, siendo la interacción con docentes y pares una arista difícil de enfrentar, pero también difícil de explicar. La representación de la cámara da cuenta de un lineamiento interpretado de forma invasiva, cuánto se da a conocer del espacio y el cuerpo en circunstancias de distanciamiento social prolongado y esta convivencia familiar que se ha visto enfrentada a nuevas y desafiantes problemáticas.

Representaciones que movilizan la pregunta respecto de cómo la convivencia o incluso el exceso de esta ha atravesado la adolescencia en tiempos de crisis. Lo que conlleva un sin número de procesos en que involucran tanto la identidad y lugar en la sociedad; el situarse desde la sexualidad, exploraciones y descubrimientos que reiteran la resistencia parental a la construcción de una intimidad ajena a la familia, distancia que conlleva una reinterpretación de los espacios, lo que se comunica y, sobre todo, aquello que no se comunica.

Desafío en el cual las relaciones entre pares permiten a su vez una exploración de la identidad y sexualidad habilitando vínculos estrechos, dinámicas restringidas por un contexto incierto, la representación de lo social permanece desde lo discursivo, el cómo se habla de la calle, y la saturación de estas descripciones en las limitaciones concretas que conllevan estar en cuarentena.

En este aspecto, el lugar de los riesgos asociados a la exploración de identidad y sexualidad, son interpretados como posiciones amenazantes, reproduciendo la inseguridad de la calle en la casa. Incorporando dinámicas restrictivas e incluso violentas que pretenden normar tanto las conductas como expresiones con fines preventivos de las agresiones.

Las diversidades en este ámbito han vivenciado históricamente el conflicto de la discriminación y reproducción de prácticas heternormadas en ambas esferas (casa/calle). Temática que, si bien, corresponde a una trayectoria de discriminación y violencia, el confinamiento ha dado cuenta mayor saturación en estos contenidos, sumando a esto la dificultad en habilitar espacios intermedios que descongestionen las relaciones.

Por lo que es importante preguntarse cuáles son los lugares que se identifican como seguros en las exploraciones adolescentes, qué recursos desplegar, dónde está la confianza. Cuestionamientos fundamentales para promover la autonomía y gestión de las emociones. Dentro de esto, hay que considerar que las prácticas de cuidados hacia este ciclo conllevan formas de negociación que den cuenta de reconocimiento que potencie la seguridad y resolución de conflictos.