Descentrados Chile

La desigualdad en el territorio: La vivienda como unidad de expresión.

Fotografía: bee32

Por Andrea Lara Álvarez

Arquitecta por la Universidad de Costa. Con Diplomatura en Feminismos comunitarios, Campesinos y populares en Abya Yala por la universidad Nacional de Jujuy. Pertenezco a Danta Atelier.

Las casitas del Barrio Alto con rejas y antejardín,
una preciosa entrada de autos esperando un Peugeot…
Y las gentes de las casitas se sonríen y se visitan.
Van juntitos al supermarket y todos tienen televisor”.
(Jara, 1971)

En 1971 Víctor Jara retrataba con un tono irónico las soluciones habitacionales que se vislumbraban en las zonas residenciales adineradas. Medio siglo después parece que la canción de Víctor Jara sigue más vigente que nunca, y el retrato de los condominios que pretenden satisfacer además de la necesidad de vivienda de las familias que los habitan, la necesidad de transmitir una vida tan perfecta como la de cualquier película noventera de Hollywood, han crecido en estos 50 años evidenciando la desigualdad en cuanto a acceso a la vivienda y estableciéndose como el ideal de vivienda.

A lo largo de nuestra región, la vivienda se ha convertido en un bien mercantil, antes que en un derecho. La oferta de vivienda se basa principalmente en lo que la industria dicta, y cada vez más se ha convertido en un producto para transmitir un status y aunque este fenómeno no es algo casual ni nuevo, vale la pena cuestionarse y analizar la situación de la vivienda y el acceso a este derecho.

Desde la arquitectura, la vivienda se considera la segunda piel, pues funciona como un refugio y como un espacio desde el cual se proyecta la identidad de cada individuo y del conjunto de personas que la habitan, por lo que habitar un espacio que contenga y transmita los ideales de vida de una como persona es lo más natural e incluso lo esperado. Sin embargo, en Latinoamérica nos encontramos en una situación en la que aun cuando se reconoce el derecho de toda persona el poder acceder a una vivienda, la realidad dista de lo que se reconoce en el discurso “Datos de 18 países de la región indican que más de dos tercios de las familias de Nicaragua, Bolivia, Perú y Guatemala habitan en viviendas deficientes. En términos absolutos, Brasil y México son los países con los mayores déficits de vivienda” (BID, 2012).

Hablar del derecho a la identidad en cuanto al espacio que se habita, resulta un privilegio, del cual únicamente puede disponer cierto grupo de personas. Actualmente, al ser el principal oferente de vivienda el sector privado, nos bombardean con publicidad sobre los diferentes tipos de oferta de vivienda que hay, el mercado se ha encargado de realizar un estudio detallado de los perfiles de familias que existen y sus apetencias, así como los ideales hegemónicos que dictan lo que es el éxito. Es así como en las publicidades se puede ver siempre el éxito hegemónico reflejado, como si te dijeran “Si habitas en este espacio, vas a ser este tipo de persona”.

Cabe destacar que las viviendas por catálogo asociadas a un ideal no son una creación reciente, a inicios de 1900 Sears Roebuck ponía a disposición de las personas mediante un catálogo de viviendas la tipología de vivienda que se asociaba con lo que cada familia se identificaba, mediante una breve reseña, una imagen y un plano, no muy distinto a lo que vemos hoy en día en el mercado.

Entonces, ¿Cuál es el problema detrás de este fenómeno si es algo que incluso hizo que las personas tuvieran a su mano con mayor facilidad la posibilidad de escoger en donde querían habitar?

El acceso a la vivienda es algo que se ha atendido deficientemente, la inexistencia de un interés real en cuanto a garantizar la vivienda digna sumado a la falta de ética de las grandes compañías que lucran con la necesidad de las personas de buscar un espacio donde habitar han generado, que la población tenga que amoldarse a lo que el mercado ofrece y la capacidad económica les permitan costear.

Actualmente la mayoría de las viviendas que pueden ser catalogadas como dignas en cuanto a dimensión de los espacios versus la cantidad de personas que la habitan, son inalcanzables económicamente para la persona promedio, por ende, es imposible el acceso a vivienda propia.

El otro escenario que encontramos es el de familias que con tal de tener una vivienda propia adquieren préstamos por muchos años para adquirir espacios que no suplen sus necesidades espaciales, pero les hace sentir que son parte de un conjunto que transmite un estatus social.

En ambos casos, así como en muchos más, la dignidad de la vivienda se basa en el ingreso de la familia, el acceso a una vivienda digna en Latinoamérica no es un derecho, es un privilegio, se ha instaurado como una forma de transmitir a la sociedad que se ha llegado a alcanzar un éxito económico. Además, la privatización del mercado de la vivienda ha logrado instrumentalizar la identidad de las familias como una forma de justificar los altos costos. Actualmente se sacrifica un espacio adecuado por un espacio que estéticamente transmita ciertos ideales, y el derecho de cada individuo de tener un espacio para habitar queda en segundo plano si no se es capaz de costearlo.

Como sociedad vivimos tan bombardeados de opciones de vivienda, que existe una invisibilización de la problemática de acceso a la vivienda, parece que nos hemos conformado con las opciones del mercado y no existe una demanda /exigencia de vivienda digna y accesible para la población, y nos conformamos únicamente con saber que existen – en algunos países- soluciones gubernamentales y de ONG´s, para proporcionar vivienda a ciertos sectores de la población, sin embargo estas soluciones no posibilitan que todas las personas accedan a vivienda, e incluso en muchos casos, aún con estas ayudas las familias deben costear cierto porcentaje de gastos, y para quienes no se ven beneficiados por estas entidades las entidades financieras han diseñado opciones en las cuales una persona debe mantener una deuda por casi toda la vida productiva y limitarse a ciertos modelos de vivienda, preestablecidos para lo que el mercado considera su perfil.

Al ser la vivienda una forma de transmitir la identidad de cada persona, o grupo de personas, la estandarización de la industria en cuanto a modelos de vivienda es una forma de limitar la expresión social, ya que se limitan las opciones de las personas a un cierto número de opciones preestablecidas y limitadas por lo que el banco y un conjunto de desarrolladores privados consideran que se ajusta con lo que una persona es de acuerdo a un grupo socioeconómico definido por variables arbitrarias, tal como explica Utting (2019) la vivienda es una unidad de expresión sociopolítico dentro de un sistema urbano, al existir un control privado de las tipología de vivienda que existen en el mercado, la narrativa de la ciudad se encuentra controlada únicamente por quienes tienen el poder de elegir sus viviendas y está dominado por quienes ofrecen las soluciones estandarizadas de vivienda.

Referencias:

Banco Interamericano de Desarrollo (2012,14 de Mayo): América Latina y el Caribe encaran creciente déficit de vivienda [Comunicado de prensa] https://www.iadb.org/es/noticias/estudio-del-bid-america-latina-y-el-caribe-encaran-creciente-deficit-de-vivienda

Jara, V. (1971). Las casitas del Barrio Alto [Canción] En El derecho a vivir en paz. DICAP.

Utting, B. (2019) Lo doméstico genérico. Fellow, Taubman College of Architecture + Urban Planning, University of Michigan, USA tomado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6967842