Por Rubén Valera Pérez
Sociólogo. Universidad de Chile. Analista del Departamento de Evaluación de Políticas Públicas. División de Programas y Estudios. Subsecretaría de Prevención del Delito del Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Gobierno de Chile. Diplomado en Prevención del Delito a Nivel Local del Centro de Estudios en Seguridad Ciudadana (CESC) de la Universidad de Chile. Diplomado en Metodologías Innovativas para la Intervención Social y la Participación Ciudadana de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Magíster(c) en Psicología Social de la Universidad Alberto Hurtado.
En el marco de la emergencia que ha significado la irrupción y extensión de la pandemia COVID-19 a nivel mundial, desde inicios del año 2020 en adelante, se ha podido observar una creciente adopción de medidas de prevención sanitarias y de control biopolítico por parte de varios Estados del mundo, dirigido a sus poblaciones. De esta forma, durante el peor período de la Pandemia, se impusieron estrictas medidas de distanciamiento físico, mediante cuarentenas y confinamientos sistemáticos, lo que la OMS denominó Nueva normalidad. Esto con el objetivo de buscar controlar el acelerado nivel de contagio cuando aún no se contaba con vacunas probadas y autorizadas. Todo esto para resguardar la vida humana, una de las principales responsabilidades del Estado y uno de los motivos por el que surge el Estado Moderno.
En este contexto, de forma paralela se fue experimentando un incremento acelerado y exponencial del uso y los avances de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Conduciéndonos así a una sociedad digital, instalándose así una cultura de la conectividad (Van Dijck, 2016). De este modo la incorporación de nuevas plataformas de comunicación social tales como,zoom, teams, google meet, entre otras, en un corto plazo se constituyeron como herramientas útiles para el aseguramiento y la continuidad de la vida social en sus distintos ámbitos, desde lo laboral hasta la vida social privada. Este último hecho, pone en evidencia, cómo las TIC pueden ser concebidas como elementos tecnológicos fundamentales para la preservación de la vida en sociedad, lo que le da sustento a la Teoría del Actor Red, al plantear que la tecnología en definitiva puede entenderse “como la sociedad hecha para que dure” (Latour, 2001).
Sin embargo, este contexto intermedio durante la Pandemia, entre lo social y lo tecnovirtual, que se refiere al uso prolongado de las TIC, en lo cotidiano, en la comunicación e interacción social, nos plantea un poco explorado fenómeno de estudio, el cual contiene interesantes potencialidades e insospechadas problemáticas considerando los alcances que se puedan derivar de estas nuevas formas no presenciales de relacionamiento social. Es un fenómeno que merece ser analizado y explorado de manera empírica, teniendo en cuenta el impacto que esto pueda tener para el ejercicio y el bienestar de las distintas dimensiones de la vida en sociedad.
A partir de la problematización anterior, surge un interesante ámbito de estudio, el uso de las TIC para la prevención comunitaria del delito, en donde cobra especial relevancia el poder indagar en cómo, durante la Pandemia, las TIC han sido utilizadas por habitantes de comunidades específicas, abordando de manera colectiva la delincuencia, una de las principales preocupaciones hoy en día.
Por todo lo hasta acá planteado, me he propuesto llevar a cabo una investigación empírica que tiene por objetivo analizar comprensivamente el papel de las TIC en los procesos de organización barrial orientados a la prevención comunitaria del delito, esto apoyado -en este caso- por la implementación del Programa Barrios Comerciales Protegidos durante la Pandemia COVID-19 en Chile, desde la experiencia de los/as interventores/as y beneficiarios/as del programa.
Mis inquietudes surgen desde mi propia experiencia como analista y asesor técnico del Programa, mencionado. Desde este rol he podido evidenciar de primera fuente, cómo este Programa ha debido adaptarse a lo tecnovirtual a la hora de su implementación. Uno de los puntos relevantes de éste es que se centra en -como dice su nombre- la prevención comunitaria del delito en sectores comerciales de barrio o en barrios comerciales. De esta forma, las y los interventores de este programa (coordinadores/as comunales) tuvieron que llevar a cabo un proceso de tránsito desde metodologías de intervención social presenciales (mesas público privadas con locatarios/as y vecinos/as) hacia estrategias tecnovirtuales de vinculación social, incorporando el uso de nuevas plataformas de comunicación social vía internet (zoom y google meet), como también el incremento en el uso de otras TIC (grupos de whatsapp, encuestas online, entre otros). Es debido a esta transición, que surge el deseo de poder indagar respecto a cómo ha sido vivido y lo que ha significado tal proceso en la voz de sus protagonistas. Esta investigación que aún se encuentra en desarrollo, toma como muestra 4 barrios comerciales muy diferentes entre sí, de las comunas de Puente Alto, Viña del Mar y Temuco, además del Barrio Franklin, de un universo de 14 barrios comerciales intervenidos por el Programa.
Esta investigación se gestó con el fin de identificar posibles potencialidades y problemáticas asociadas, así como poder generar aprendizajes y recomendaciones que contribuyan a mejorar el diseño e implementación de futuras Políticas Públicas en materia de prevención comunitaria del delito que fomenten el uso de TIC.
A la fecha, tenemos algunas observaciones preliminares. Es posible mencionar las siguientes potencialidades que se vislumbran sobre esta mediación entre lo social y lo tecnovirtual para la prevención comunitaria del delito durante el contexto de Pandemia:
1) Mantener la continuidad de los procesos comunicativos y de interacción social, en especial en períodos de Pandemia donde existió mayor restricción de movilidad y distanciamiento físico;
2) Efectividad de la aplicación whatsapp y las llamadas telefónicas para una comunicación inmediata y fluida que favorece la organización social a escala barrial en pos de mejorar la seguridad de las personas;
3) Posibilidad de reproducción de contenidos de interés para la seguridad de las personas en el tiempo al poder grabar reuniones y capacitaciones realizadas, por ejemplo, vía plataforma zoom;
4) Ampliar la cobertura territorial para generar mayor difusión de contenidos útiles, por ejemplo, de medidas de autocuidado en materia de seguridad entre los habitantes del barrio.
En cuanto a las problemáticas relevantes asociadas al fenómeno de estudio, se han identificado algunas que se presentan a continuación:
1) Existencia de una brecha digital en la población adulta mayor y necesidad de mayor capacitación;
2) Difícil conciliación de tiempos de trabajo de locatarios/as con tiempos dedicados a una reunión tecnovirtual;
3) Difícil conciliación entre el teletrabajo y tareas domésticas para algunas coordinadoras comunales, en especial cuando se encuentran al cuidado de varios hijos/as;
4) Carencias económicas en actores barriales que obstaculizan su conexión digital (Ej: contratación de un plan de internet de alta velocidad);
5) Menor nivel de asistencia y permanencia en reuniones y capacitaciones vía zoom;
6) Pérdida de ritos sociales valorados (Ej: saludar y estrechar las manos, compartir café y galletas);
7) Dificultad de generar identidad y cohesión social vía online en comparación a lo presencial;
8) Percepción desde locatarios/as que no son atendidas oportunamente sus demandas vía online desde la institucionalidad;
9) Sobre demanda y sobre carga de trabajo hacia coordinadores/as comunales del programa al recibir constantemente y sin horario fijo demandas desde locatarios/as en materia de seguridad.
Finalmente, y en base a este análisis preliminar, es posible decir que existe una percepción más bien generalizada y es que lo tecno virtual debiera plantearse siempre, tanto a nivel general como dentro de la propia prevención comunitaria del delito, como una dimensión complementaria a la dimensión presencial, que en ningún caso puede llegar a reemplazarla, en especial, si ésta última es demandada de forma persistente por las personas. En este sentido, salta a la vista que sólo el ejercicio de una relación armónica entre la dimensión digital y analógica (o no verbal) de la comunicación, como formas incorporadas características de las pautas de interacción social que han ido construyendo las sociedades humanas (Watzlawick,1991), podrá propiciar un mejor entendimiento y conocimiento mutuo, un mayor nivel de confianza y un afianzamiento entre los vínculos sociales que permitan construir relaciones sociales de calidad y permanentes en el tiempo, en pos de contribuir, en este caso, a mejorar la seguridad barrial.
Referencias
Correa, G. (2012). El concepto de mediación técnica en Bruno Latour. Una aproximación a la teoría del actor-red., Psicología, Conocimiento y Sociedad, 2 (1), 54–79.
Foucault, M. (2007). Nacimiento de la biopolítica, curso en el Collège de France (1978-1979). Fondo de la Cultura Económica de Argentina.
OMS (2021). La nueva normalidad. Materiales de comunicación. Recuperado de https://who.canto.global/s/U5MOT?viewIndex=0&from=fitView&display=curatedView
OMS (2021). Distanciamiento físico. Materiales de comunicación. Recuperado de https://who.canto.global/s/GLB6U?viewIndex=0&from=fitView&display=curatedView
Van Djick, J. (2016). La cultura de la conectividad. Una historia crítica de las redes sociales. Siglo Veintiuno Editores. Argentina S.A. Recuperado de http://catedradatos.com.ar/media/La-cultura-de-la-conectividad_-Jose-Van-Dijck.pdf
Watzlawick, P., Beavin, J. y Jackson, D. (1991). Teoría de la comunicación humana. Editorial Herder.